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Lectura semanal

22 de diciembre - 28 de diciembre

Cita para reflexionar esta semana

“Nuestros corazones fueron hechos para ti, oh Señor, y están inquietos hasta que descansen en ti”.

San Agustín de Hipona

Ofrenda de la mañana

Oh Jesús, por el Inmaculado Corazón de María
Os ofrezco mis oraciones, obras, alegrías y sufrimientos de este día
por todas las intenciones de tu Sagrado Corazón
en unión con el Santo Sacrificio de la Misa en todo el mundo,
para la salvación de las almas, la reparación de los pecados, la reunión de todos los cristianos,
y en particular por las intenciones del Santo Padre este mes.
Amén.

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Lectura de la semana

Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Filipenses 4:4-7

Oración de la semana

Amado Padre que estás en el cielo, permite que tu alegría siempre esté con nosotros, tus hijos. Permite que tu alegría nos traiga luz y paz a nuestras vidas, sin que importe lo que sucede a nuestro alrededor. Que te sirvamos con alegría, conscientes de tu paz en todo momento, para que algo de esa paz salga de nosotros hacia los corazones afligidos y a las regiones del mundo que están en tinieblas. Padre celestial, ¡cuántas personas infelices buscan ayuda sin saber dónde encontrarla! Pero tú vendrás a ellos .Te suplicamos estar con los que lloran, y permíteles encontrar alegría y confianza para su redención en Jesucristo. Amén.

Lecturas de Hoy

IV Domingo de Adviento

Primera lectura

Miq 5, 1-4a


Esto dice el Señor:
“De ti, Belén de Efrata,
pequeña entre las aldeas de Judá,
de ti saldrá el jefe de Israel,
cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados,
a los días más antiguos.

Por eso, el Señor abandonará a Israel,
mientras no dé a luz la que ha de dar a luz.
Entonces el resto de sus hermanos
se unirá a los hijos de Israel.
Él se levantará para pastorear a su pueblo
con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios.
Ellos habitarán tranquilos,
porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra
y él mismo será la paz’’.

Salmo Responsorial

Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19


R. (4) Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Escúchanos, pastor de Israel;
tú que estás rodeado de querubines, 
manifiéstate;
despierta tu poder y ven a salvarnos. R.  
R. Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos,
mira tu viña y visítala; 
protege la cepa plantada por tu mano, 
el renuevo que tú mismo cultivaste. R.  
R. Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Que tu diestra defienda al que elegiste, 
al hombre que has fortalecido.
Ya no nos alejaremos de ti;
consérvanos la vida y alabaremos tu poder. R.  
R. Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Segunda lectura

Heb 10, 5-10


Hermanos: Al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije –porque a mí se refiere la Escritura–: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.

Comienza por decir: “No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado –siendo así que eso es lo que pedía la ley–; y luego añade: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.

Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 1, 38


R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la esclava del Señor;
cúmplase en mí lo que me has dicho.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 1, 39-45


En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

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