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Lectura semanal

29 de diciembre - 4 de enero

Cita para reflexionar esta semana

“Nuestro deseo, nuestro objeto, nuestra principal preocupación debe ser formar a Jesús en nosotros mismos, hacer vivir y reinar allí su espíritu, su devoción, sus afectos, sus anhelos y su carácter. Todos nuestros ejercicios religiosos deben estar encaminados a este fin. Es la obra que Dios nos ha encomendado hacer sin cesar”.

San Juan Eudes

Ofrenda de la mañana

Oh Jesús, por el Inmaculado Corazón de María
Os ofrezco mis oraciones, obras, alegrías y sufrimientos de este día
por todas las intenciones de tu Sagrado Corazón
en unión con el Santo Sacrificio de la Misa en todo el mundo,
para la salvación de las almas, la reparación de los pecados, la reunión de todos los cristianos,
y en particular por las intenciones del Santo Padre este mes.
Amén.

Artículos que le pueden interesar

Lectura de la semana

¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.

Salmo 106:1

Oración de la semana

Amado Padre que estás en el cielo, tu poder está sobre toda la tierra, te damos gracias por todo el amor que nos muestras. También te agradecemos por todo lo que nos parece difícil, pero que tú lo cambias en ayuda y fortaleza. Queremos agradecerte en vida y en muerte, en alegría y en tristeza, porque tú eres el grande y poderoso Dios, quien nos llama y conduce una y otra vez a una vida más plena. Nos has dado gran amor en Jesucristo, nuestro Salvador. Él siempre estará ante nuestros ojos y permanecerá en nuestros corazones. Por medio de él podemos clamar de alegría: «¡Abba, Padre amado!». Amén.

Lecturas de Hoy

Fiesta de la Sagrada Familia

Primera lectura

1 Sm 1, 20-22. 24-28


En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, diciendo: “Al Señor se lo pedí”. Después de un año, Elcaná, su marido, subió con toda la familia para hacer el sacrificio anual para honrar al Señor y para cumplir la promesa que habían hecho, pero Ana se quedó en su casa.

Un tiempo después, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino.

Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: “Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Éste es el niño que yo le pedía al Señor y que él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida”. Y adoraron al Señor.

Salmo Responsorial

Salmo 83, 2-3. 5-6. 9-10


R. (cf. 5a) Señor, dichosos los que viven en tu casa.
Anhelando los atrios del Señor 
se consume mi alma. 
Todo mi ser de gozo se estremece
y el Dios vivo es la causa. R. 
R. Señor, dichosos los que viven en tu casa.
Dichosos los que viven en tu casa,
te alabarán para siempre; 
dichosos los que encuentran en ti su fuerza
y la esperanza de su corazón. R. 
R. Señor, dichosos los que viven en tu casa.
Escucha mi oración, Señor de los ejércitos;
Dios de Jacob, atiéndeme.
Míranos, Dios y protector nuestro, 
y contempla el rostro de tu Mesías. R. 
R. Señor, dichosos los que viven en tu casa.

Segunda lectura

1 Jn 3, 1-2. 21-24


Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él.

Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total. Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo lo que le pidamos.

Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en nosotros.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Hechos 16, 14b


R. Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones,
para que aceptemos las palabras de tu Hijo.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 2, 41-52


Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.

Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”. Él les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?” Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.

Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.

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